Dios había permitido que ocurriera lo impensable. El pueblo de Daniel estaba en el exilio en Babilonia. Sus promesas parecían incumplirse. ¿Tenía Dios el control? ¿Era fiel? ¿Seguía importándoles? Un joven, Daniel, dijo que sí. Y ello le costó una lucha y tuvo que pagar un alto precio. Pero su proclamación de que el Señor es Rey, ¡incluso en Babilonia!, sigue resonando por los siglos en la historia y desde el futuro que le fue revelado.