De repente, el maestro Pedro tuvo una idea. ¡Podría pedirle a su héroe, Martín Lutero, que le enseñara a orar! Después de todo, el gran reformador estaba allí, sentado en su silla de barbero, esperando pacientemente que le cortara el cabello y le diera una afeitada... «Dr. Lutero, ¿crees que podrías ayudarme a aprender a orar mejor?».