Como cristianos, la «bendición» satura nuestra vida cotidiana, desde los testimonios que relatan la provisión de Dios, hasta los cantos de alabanza y los deseos de bienestar. El término se ha integrado tanto en nuestro vocabulario cotidiano que rara vez se considera cuidadosamente. Mucha gente piensa que la bendición se describe como algo físico (Gn 1:22) o espiritual (Ef 1:3), pero un enfoque teológico-bíblico más completo revela que la bendición de Dios siempre ha sido física, espiritual y, en última instancia, relacional. Desarrollando este patrón a lo largo de la historia redentora, William Osborne muestra que la bendición divina no es solo un buen don aquí o allá, sino la plenitud de todo aquello para lo que fuimos creados, en una relación con nuestro Creador.