¿Recuerda cuándo fue la última vez que en un culto dominical escuchó a toda la congregación cantar alguno de los salmos?
Resulta curioso que Dios nos haya dejado en Su Palabra un cancionero completo, un himnario con las letras de 150 canciones listas para ser entonadas en la adoración corporativa; y, aun así, pocas sean las iglesias locales que las incluyan en sus repertorios musicales.
¿A qué se debe este fenómeno? ¿Por qué esta preferencia por las composiciones musicales de las criaturas antes que por las sublimes letras compuestas por el mismísimo Creador? Pero esto no siempre fue así. Los registros históricos nos muestran que la iglesia primitiva cantaba fervientemente los salmos. Esta práctica litúrgica se perdió durante el medioevo, mas fue recuperada y restaurada en los gloriosos días de la Reforma Protestante, y continuó vigente durante la Posreforma y el Siglo de los Avivamientos. Sin embargo, parece ser que en épocas recientes hemos entrado en una nueva “Edad Media”, donde los últimos hits del momento no pueden faltar en el canto congregacional, pero los salmos sí. Esto nos lleva a concluir que, en la actualidad, no solo la soteriología o la eclesiología necesitan una reforma urgente, sino también LA ADORACIÓN.
La publicación de este Salterio 100 % en castellano es una señal de lo que el Señor ya empezó a hacer en la comunidad cristiana hispanohablante. ¡Y esto es apenas el comienzo! ¿Le gustaría formar parte de esta revolución en la adoración? Usted podría ser aquel instrumento que Dios utilizará para llevar a toda su congregación a disfrutar de la grandiosa y rica experiencia de cantar todos los salmos que el Espíritu Santo inspiró y entregó a la iglesia. Y estamos convencidos de que este libro le ayudará a cumplir tal cometido.
Esto es lo que encontrará en la presente edición:
✓ Una breve cronología de la elaboración y composición del Salterio de Ginebra.
✓ Los 150 salmos metrificados, listos para ser cantados en la adoración pública, familiar o privada.
✓ Las partituras de las melodías originales del Salterio de Ginebra.