En todas partes, percibimos en la Iglesia y en la teología, un esfuerzo a veces inconsciente, de modificar el viejo Calvinismo de acuerdo a las demandas de los tiempos y la ciencia moderna. Este hecho puede quizá recibir nuestra aprobación o desaprobación, pero de que es un hecho, no lo podemos negar, y debemos enfrentarlo con toda franqueza.