Dios ama a su Iglesia. A tal punto Dios ama a su pueblo, que envió a su Hijo a vivir, morir y resucitar por su novia. Y no sólo eso, sino que también envió a su Espíritu Santo para aplicar todas las bendiciones del pacto que se encuentran en el libro del pacto, la Biblia.
Es el Espíritu Santo, aquel que infaliblemente inspiró las Santas Escrituras, quien aplica a lo más profundo de nuestro corazón la realidad del pacto de gracia. Ese pacto expresa la potente y dulce voz del Dios trino que dice: «Yo soy vuestro Dios, y ustedes son mi pueblo». En base a ese determinado tipo de relación, los creyentes pueden decir, «Dios, y solamente Dios, es el bien supremo del hombre». Tomado del prólogo, escrito por Israel Guerrero