Las potentes luces de la comisaría de policía de Haarlem - en aquel entonces bajo el control de la Gestapo - cegaron los ojos amoratados de Corrie. Cuán acertadas resultaron las palabras de su anciano padre aquella apacible noche, antes que el delirio de Hitler descendiera sobre Holanda: "Alemania invadiría Holanda, y seremos derrotados. Que Dios se apiade de quienes no confían en su nombre."
El estilo de vida metódico de Corrie se diluyó en la sinrazón de la guerra. Con valentía y compasión, su familia, y muchísimos ciudadanos holandeses arriesgaron sus vidas para ayudar a muchos inocentes condenados a morir en un mundo preso de la locura.
El ejemplo de coraje, fe y perdón que nos brinda Corrie ten Boom - sometida a unas circunstancias de brutalidad y calamidad inimaginables - es evidencia del poder sustentador de Dios (1892-1983).