Las mandíbulas del león se aferraron al brazo de David Livingstone. Los afiladísimos dientes de la fiera se clavaron en su carne cuando el león sacudió a David sin piedad como una muñeca de trapo. Se oyó un disparo. "Dios ayúdanos", gimió David. Entonces, el león lo soltó y amordazó a su compañero Mebalwe.
Con el corazón de un explorador y la pasión de un evangelista, David Livingstone describió vastas e inexploradas regiones de África y compartió el evangelio con aquellos que encontró en su camino. Su resistencia, perseverancia y obstinada determinación dejó el gran legado de un explorador pionero movido por un hambre insaciable de dar a conocer a Cristo en cualquier lugar donde dirigió sus pasos.
Las cautivadoras aventuras de David Livingstone y su celo incansable siguen inspirando a innumerables hombres y mujeres a llevar el mensaje del evangelio del amor de Dios a las almas que aún no lo han oído (1813-1873).